PROPÓSITOS COMUNICATIVOS



OBJETIVOS DE LA COMUNICACIÓN ORAL
 
Cuando una persona habla, es decir, cuando se comunica con alguien a través de la palabra, intenta lograr los siguientes propósitos:
1. Conocer con exactitud lo que quiere decir o comunicar.
2. Decirlo o comunicarlo con un tono adecuado para que el receptor o destinatario lo acepte.
3. Irlo diciendo de manera que el receptor o destinatario lo entienda a medida que lo oye.
4. Decir lo que realmente se pretende comunicar.

  Estos cuatro propósitos, que se articulan formando una unidad completa cuando el receptor o destinatario ha captado efectivamente el mensaje, los examinaremos separadamente a continuación.


CONCRECIÓN DE LA IDEA
 
las palabras, sino también mediante un elemento sonoro no verbal, que es el tono. En el acontecer diario repetimos muchas veces, “no me gustó el tono de esta carta”, y es porque a través de eso que llamamos tono —la peculiar manera de decir las cosas— descubrimos el

Una cuestión previa para lograr una adecuada comunicación es saber lo que se quiere decir exactamente.
  
En la conversación espontánea y accidental, a medida que hablamos vamos descubriendo lo que queremos decir. Dicho de otro modo, vamos oyendo lo que decimos y de esta manera nos vamos dando cuenta de si es eso lo que pensamos o no, y de acuerdo con lo que digan los demás tenemos ocasión de ampliar, rectificar, explicar y desenvolver nuestras ideas.
Éste no es el caso cuando hablamos en público, porque corno no hay interrupción de los destinatarios de la comunicación, necesitamos expresarnos con toda claridad. Se trata de un tipo de comunicación que no nos permite, por su misma naturaleza, ir en tanteos y divagaciones a la búsqueda de nuestro pensamiento. Se trata, en otras palabras, de decir algo que ya haya tomado forma previamente en nosotros.

Tenemos que ir perfilando la idea, hasta llegar a una formulación de nuestros pensamientos que nos deje satisfechos. Sólo entonces habrá llegado la ocasión de hablar, porque estamos ya en posesión de una idea concreta, que podemos y queremos comunicar. Únicamente cuando estamos seguros de que hemos dado forma a la idea, podremos en el curso de la exposición, recobrar el hilo si por alguna circunstancia lo hemos perdido, y esto ocurre sencillamente porque sabemos lo que queremos decir.


·    ADECUACIÓN DEL TONO
 
Aun cuando tengamos ya la idea concreta, perfectamente elaborada, hay no sólo que comunicarla y procurar que sea entendida de la mejor manera por el receptor o destinatario, de modo que éste la acepte y consecuentemente la traduzca en acción. Todo esto se logra cuando se encuentra el tono adecuado.

Esto es así porque el emisor —en el caso del discurso, el orador— se comunica con sus oyentes no solamente por medio de sentimiento íntimo del emisor, de lo que hemos de concluir que el tono no es más que un regulador entre el sentimiento y la expresión, entre lo que sentimos y lo que decimos.

Es fundamental para lograr una buena comunicación, encontrar el tono adecuado, es decir, no actuar sólo sobre las palabras midiéndolas y pensándolas, sino ir al fondo del problema actuando sobre la imaginación y colocándonos en el lugar del receptor o destinatario de la comunicación o mensaje.

Sobre los registros y modalidades del tono, así como sobre la dicción y la fisiología de la voz, volveremos en próximas lecciones, ya que todos estos aspectos de la mecánica de la palabra tienen gran importancia para lograr una adecuada comunicación.


• HABLAR DE MODO QUE EL RECEPTOR ENTIENDA A MEDIDA QUE OYE
 
Supongamos que el emisor —pongamos el caso de un conferenciante o disertante— tenga el dominio de lo que quiere exactamente decir (idea concreta), y esté hablando con el tono adecuado, es decir, ajustando debidamente el sentimiento y la expresión. ¿Significa esto que ya están vencidas todas las dificultades que pueda ofrecer el proceso de la comunicación? Evidentemente, no. El oyente o receptor —el destinatario del mensaje— debe estar en condiciones se seguirlo, de manera que pueda ir entendiendo y asimilando a medida que la palabra brota de labios del emisor. Esto quiere decir, que el emisor no puede perder nunca el contacto con el oyente, porque se corre el riesgo que cese la atención  y que el mensaje no llegue, o llegue de manera imperfecta, al receptor.

La fórmula más simple para evitar que el receptor se “pierda”, es que el emisor, mientras hable, vaya colocando las ideas unas después de otras. Esto, en apariencia tan sencillo, no es seguido siempre por muchos oradores o conferenciantes, que gustan de adentrarse en grandes paréntesis, con el resultado de que el oyente se fatiga por el esfuerzo extraordinario que tiene que realizar para ir captando o asimilando lo que se le dice, y finalmente deja de percibir con la claridad necesaria y a veces hasta sin ninguna, el mensaje que se le emite.

En una palabra, la sencillez en el estilo —sobre lo que también volveremos— es fundamental si aspiramos a establecer una buena comunicación. Es necesario pues, usar períodos completos y simples para que los conceptos sean captados directamente, sin que la mente del oyente esté obligada a seguir tortuosos giros de las palabras. El orden en el correr de las ideas ha de ser tal, que el oyente no se vea precisado a coordinarlas en su cerebro.


•USAR LA PALABRA EXACTA
 
Es posible finalmente que estemos en posesión de la idea concreta, que estemos usando el tono más adecuado para “llegar” en realidad al oyente, y  que el mismo esté siguiendo paso a paso, entendiendo y asimilando, cuanto se le transmite. Aun así puede ocurrir que en un momento determinado no encontremos la palabra exacta para la expresión de la idea.

Hay una clave para hallar la palabra exacta, que no ha de ser necesariamente la palabra precisa: sentir, vivir, ver y comprender aquello que estamos hablando. Si para no perder contacto con el auditorio hemos de encontrar el tono, para no perder contacto con el léxico, para que las palabras no nos abandonen o no nos traicionen, lo importante es no perder de vista la idea o la realidad de que estamos hablando.



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