IDEAS Y SENTIMIENTOS A TRAVÉS DE LA VOZ


• CUALIDADES DE LA ARTICULACIÓN
Entre las que merecen una consideración más detenida, por lo que representan en la transmisión de las ideas y sentimientos del emisor hacia su receptor, sobre todo si este último es colectivo, se hallan las siguientes: claridad, intensidad, flexibilidad y énfasis.


•CLARIDAD
La claridad o nitidez es, como en la ejecución musical, la primera cualidad de la articulación. Ha de lograrse por tanto una transparencia máxima, mediante la acción del maxilar inferior, de la lengua y de los labios. Únicamente con el uso diestro y enérgico de los músculos que mueven estos miembros obtendremos una dicción bien definida.

Ciertos hábitos viciosos que no se han corregido a tiempo, son los causantes de una defectuosa dicción. Esta importante falla en la comunicación no puede atribuirse al nerviosismo del emisor ni a su estado emocional en una circunstancia dada, puesto que la dicción defectuosa lo es también cuando no hay ningún motivo que justifique el estado de tensión propio del nerviosismo.

Quienes hablan en público debían dejar el tiempo suficiente para que cada sonido pueda ser percibido con claridad, en vez de amontonar una serie de sonidos que se sobreponen en perjuicio de la dicción. Es preciso hablar despacio para articular con claridad; una vez el maxilar, la lengua y los labios tengan una mayor flexibilidad y precisión de movimientos, habrá llegado el momento de aumentar la velocidad, pero hasta entonces ha de mantenerse la calma.


·   INTENSIDAD

El factor que en mayor grado afecta a la inteligibilidad es probablemente el nivel sonoro de las palabras, que depende a su vez, por una parte, de la  distancia entre el emisor y el receptor, y por otra, de la intensidad de los ruidos ambientales, ya que éstos pueden enmascarar o debilitar los sonidos.

Una voz llega más lejos cuanto más intensa o cuanto más aguda es, porque en tal caso la frecuencia de las vibraciones es mayor. Aunque existen instrumentos para medir con precisión la intensidad sonora, no es probable que el orador disponga de ellos, pero siempre se puede apreciar, por sus expresiones, si los oyentes más alejados están oyendo adecuadamente lo que se dice. Es pues una de las responsabilidades básicas de cualquier orador, conferenciante o disertante hacer el uso más adecuado de su fuerza vocal, es decir, debe hablar con intensidad suficiente para ser oído por todo el auditorio.

Independientemente de la distancia que medie entre el emisor y receptor y
 de los ruidos ambientales que estén presentes, hay maneras de dar más sentido y más expresividad a la palabra, graduando, con pequeños matices diferenciales, la intensidad y el volumen de la voz. Si el orador aspira a dar la impresión de energía, aumentará la fuerza de su voz. Hablar en voz baja puede sugerir que no está seguro de sí o que no cree verdaderamente en aquello que dice. A veces, para atraer más la atención y aun para provocarla, será necesario bajar mucho el volumen de la voz; en otros casos será conveniente levantarlo más, lo cual es un recurso muy eficaz para despertar el interés cuando esté languideciendo. Es posible hacer reaccionar a una audiencia apática si de pronto pronunciamos una frase con perceptible aumento de volumen, pero no debemos olvidar que ese efecto no se produce por el aumento so noro en sí mismo, sino por lo que supone de contraste con frases o palabras anteriores.


• FLEXIBILIDAD
Un discurso puede ser perfectamente inteligible, pero es posible que deje en quien lo escucha una nebulosa sensación, frustrándose de ese modo en cierta forma la comunicación al auditorio del pleno significado de los pensamientos, que el orador pretendía transmitir. Esto sucede cuando la voz carece de la flexibilidad necesaria para expresar los finos matices significativos y emocionales, de los que depende una pronunciación exacta y agradable.

Este tema de la flexibilidad en la voz nos lleva a preguntarnos, ¿cómo se puede variar la voz para que el mensaje llegue al receptor de un modo más completo y preciso? ¿Cómo hacer para que las ideas centrales se destaquen sobre las demás? La contestación a estos interrogantes nos obliga a tratar por separado lo que concierne a la velocidad, las pausas, el ritmo y el tono, tan importantes para dar claridad y vivacidad a la expresión oral.

Velocidad

La mayor parte de los que hablan con excesiva velocidad, fatigan a quienes quisieran escucharles, los cuales acaban por desentenderse del orador. Otros, en cambio, hablan con desesperante lentitud. ¿A qué velocidad debe hablarse? Esto comporta a su vez otras preguntas: ¿De qué se va a hablar? ¿A quién se va a hablar?

En términos generales podemos decir que se habla con menor velocidad cuando los oyentes están poco familiarizados con el asunto que se trata, o cuando el nivel intelectual de aquellos sea muy diverso. En cambio, si se trata de un tema superficial que puede seguirse fácilmente por el auditorio, se hablará con mayor velocidad que si se tratara de una cuestión más seria.

En su mayoría, las personas hablan a una velocidad de 120 a 180 palabras por minuto, pero no es posible hacerlo a una velocidad uniforme. Lo correcto es que, como hemos señalado en el párrafo anterior, la velocidad se ajuste al tipo de pensamiento o sentimiento que el orador trata de transmitir. La rapidez en el hablar es un obstáculo para mejorar la dicción y corregir sus defectos, pero la lentitud, por sí sola, no resuelve ni siquiera la claridad. Hay que hablar lentamente sí, pero como un ejercicio para frenar el impulso instintivo de correr, para acostumbrarse a utilizar más los músculos de la boca y dominarlos mejor, como una gimnasia absolutamente indispensable que contribuya a adquirir el hábito de vocalizar y de silabear, de suerte que no se pierda ni una sola palabra en el camino. Pero una vez lograda una más clara vocalización, la velocidad ha de adecuarse al tema, al auditorio y al valor de las ideas que quieran destacarse.


Pausas

Las pausas sirven para puntuar los pensamientos. Del mismo modo que la coma, punto y coma, y punto sirven para separar las palabras escritas en grupos de pensamientos, las pausas de distinta duración nos ayudan a separar las palabras habladas en unidades que tienen un significado en conjunto.

La pausa permite fácilmente las inflexiones de la voz, el cambio de tono y de ritmo y en definitiva contribuye, si se hace buen uso de ella, a mantener más viva la atención.

Una parrafada sin pausas es de una monotonía aterradora. El uso inadecuado de las mismas, resulta tan perjudicial y confuso para el oyente como el uso de inadecuada puntuación en un escrito.

Las pausas pueden ser: psicológicas, lógicas, afectivas y respiratorias. Las psicológicas se producen cuando el ánimo del orador quiere permitir al auditorio un momento de reflexión. Las lógicas se usan cuando lo exige el contexto de la frase y generalmente son breves, cuando se va a abordar un nuevo desarrollo, en cuyo caso no siempre será fácil distinguirlas de las pausas psicológicas. Y las respiratorias cuando agotada la respiración, se hace forzosa la inspiración. Una modalidad en la pausa, es el silencio especialmente querido y deseado por el que habla... Para hacer una pausa muy larga, y esto es precisamente el silencio, se requiere mucho dominio de la situación y de uno mismo. Durante ese silencio, un buen orador sabe con gestos y expresiones sobrias, mantener el interés de los oyentes. De ahí que se hable de la “elocuencia del silencio”. No ha de ser, naturalmente, un silencio colocado anárquicamente, donde a uno se le antoje, sino un silencio justificado, como por ejemplo, después de una pregunta incisiva, dirigida directamente al auditorio y a la que, siquiera simbólicamente, ha de darse tiempo para que pueda ser contestada.


Ritmo

La relación entre los acentos y las pausas crea esa cadencia o pulsación que se conoce con el nombre de ritmo. Si esa relación se manifiesta por intervalos de tiempos breves o iguales, se habrá obtenido un ritmo rápido y monótono. Si se manifiesta por intervalos de tiempo muy alejados entre sí o muy irregulares, no se advertirá el ritmo en el primer caso, y en el segundo será caótico. El ritmo está íntimamente relacionado con la velocidad en el habla. Hay momentos en que se ha de hablar con más velocidad que otros. Los contrastes en el ritmo —al igual que los contrastes en la modulación de la voz y del acento— tienen gran importancia para dar expresividad y sentido a nuestra palabra y para retener más fácilmente la atención del que escucha.

Una persona de temperamento excitable habla siempre a un ritmo apresurado, mientras que una persona tranquila lo hace a uno más lento. En cambio, el individuo entusiasta pero al mismo tiempo reflexivo, procura evitar tanto un extremo como el otro y varía su ritmo, empleando esta variación para demostrar la intensidad de sus convicciones o la profundidad de sus sentimientos.


Tono

El orador o un emisor de otra naturaleza se comunica con sus oyentes o receptores, no solamente por medio de las palabras, sino también mediante un elemento sonoro no verbal: la entonación, que juega un papel muy importante en la comunicación oral, sobre todo en la oratoria.

Para dar más sentido y mayor expresividad a la palabra deben graduarse, con pequeños matices diferentes, la intensidad y el volumen de la voz. A menos que debamos asumir el carácter de otro para dar mayor vivacidad a la narración o a una anécdota, debemos hablar en el tono de voz normal, que ofrece un registro considerablemente ancho. Quienes no saben aprovechar la oportunidad que les ofrece poder variar su voz dentro del tono que le es normal, sino que por el contrario hablan siempre en el mismo tono, producen una exposición monótona, carente de la vivacidad que puede proporcionar la variación del tono si es aplicada hábilmente. Alguien ha dicho: “La entonación no debe adormecer a causa de su monotonía, herir por la vehemencia o molestar por la ironía... a no ser que esa sea la intención del orador por motivos determinados. Es preciso meditar bien en las entonaciones para que se correspondan con el sentido que se quiere dar a las palabras, duplicando, a veces, la fuerza de la persuasión”.

La entonación puede ser ascendente, descendente y aun mixta. La ascendente sugiere interrogación, indecisión, incertidumbre, duda o “suspenso”. La descendente sugiere firmeza, determinación, certeza, decisión o confianza. Una inflexión doble o mixta, esto es, que sea a la vez ascendente y descendente, nos puede sugerir una situación de conflicto o una contradicción de los significados, y se usa frecuentemente para denotar ironía o sarcasmo, o para exponer una sugerencia.

Estas variaciones súbitas o inflexiones graduales del tono, se usan principalmente para transmitir las ideas con mayor facilidad, más que para expresar un matiz emocional. Por medio del empleo adecuado de estas variantes podemos lograr que el significado de una frase sea más claro y más preciso.


·    ÉNFASIS

Dar sentido a lo que se dice, acentuar lo que tiene más interés, poner énfasis  (equivale al subrayado en la expresión escrita) en aquellas partes —palabras o frases— en las que el emisor quiere llamar la atención de los que le escuchan, es fundamental en la transmisión oral de las ideas. Lo que es la médula de un párrafo puede pasar muchas veces inadvertida por no cuidarse este aspecto tan importante de la dicción. El no valorar antes lo que es el nervio del discurso, dónde ha de ponerse énfasis para que sobresalga la idea principal, hace difícil que entren con claridad en la mente de los que escuchan las ideas básicas del mensaje transmitido.

Sin embargo, debemos procurar no caer en dos prácticas viciosas: por una parte el uso exagerado de la fuerza enfática, y por otra, el uso del énfasis de una manera continua. Si intentamos destacar un punto más allá de lo que su verdadero valor o importancia merecen, la audiencia perderá la fe en nuestra facultad de establecer unos juicios fundamentales; si, por otra parte, pretendemos recalcar todas las cosas por medio del énfasis, el resultado será que ninguna de ellas logrará destacar entre sus vecinas. La mejor práctica consiste en seleccionar las ideas realmente importantes, y apoyarse únicamente en ellas, con el énfasis que merecen.

 Veamos en la práctica 

Revisemos la conferencia del orador Miguel Angel Cornejo a la Policía Nacional del Ecuador




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